9 jul 2007

 
¿Por qué a veces te sientes raro cuando haces las cosas bien?

Hace unos días me di media vuelta y regresé a la tienda para devolver un cambio equivocado. Era muy poco dinero pero me sentí obligado a dar marcha atrás y retornar lo que no era mío. Reconozco que, por un instante, se me pasó por la cabeza quedarme con el dinero como si fuese el premio del día. Finalmente, el instinto de hacer lo que es correcto venció rápidamente ese impulso.

Lo curioso del tema es que, tanto el tendero como un conocido suyo, me hicieron sentir un bicho raro. Era algo así como un "¿de qué vas colega?". Tuve la sensación de que hasta sus "gracias" finales le requirieron un gran esfuerzo de ejecución.

En algunas culturas y ambientes hacer este tipo de cosas es de 'tontos' y eso me apena mucho.

La anécdota, aparentemente trivial, esconde, al menos para mí, un sinfín de reflexiones profundas. Los 'buenos y listos' siguen siendo, para muchos, los que se llevan la pasta engañando y sobornando, evaden impuestos, logran una inmerecida posición social o profesional a través de artimañas, etc.

Ya saben que suelo encontrarme a gusto en minoría. Yo era de los que admiraba a aquel jugador de tenis, del que no consigo recordar su nombre (pásame un e-mail si lo sabes), que era capaz de pedirle al juez de silla que le devolviese el punto al contrincante porque vio la pelota dentro a pesar de la decisión arbitral. La fama se la llevó, sin embargo, McEnroe (*), el máximo exponente del trampeo y las malas artes.

¡Qué le vamos a hacer!. Aunque juegue en el campo de los perdedores, yo no me cambio de bando.

(*) Una amiga me ha pasado el spot de arriba con McEnroe de protagonista para ponerle humor al comentario de hoy

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